“Yo soy el buen pastor”.

Jn 10, 11-18.  La imagen del pastor y del rebaño de ovejas proviene del Antiguo Testamento, donde es aplicada a la relación que establece Dios con su pueblo.

En el Evangelio de hoy, Jesús se define a sí mismo como el buen pastor con dos características fundamentales: por una parte, afirma que conoce a las ovejas y estas lo conocen igualmente, y a continuación dice que el buen pastor está preparado para dar la vida por ellas y la da. Hace una comparación con el mercenario para subrayar dónde está la diferencia.

Tiene una preocupación importante: aquellas ovejas que están fuera del redil.

Palabra y vida. A la base de esta imagen hay una verdad fundamental, que nos es ofrecida hoy por el apóstol san Juan: “Ved qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre. Él nos ha llamado a ser sus hijos. Y verdaderamente lo somos (…) Queridos, ahora somos hijos de Dios” (1 Jn 3,1-3).

¿Por qué Dios se preocupa de mí? Porque soy su hijo. ¿Por qué Dios se preocupa del otro? Porque cada ser humano es parte de sus entrañas. No hay más razones.

La consecuencia de todo ello es que quien comprende las cosas así entra en la manera de ser de Dios y por consiguiente actúa como Él.

Ejercicio en este día: Hoy en la Iglesia es una jornada mundial de oración por las vocaciones. Yo oro hoy de una manera particular por la vocación cristiana: saber acoger el amor de Dios en la vida, es decir sentirse amado y querido por Él.  Dios me ama, soy hijo suyo. Y a continuación salir hacia fuera de sí mismo, ahí donde se necesita más ser amado.

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