Mc 9,38-40. «Juan le dijo: —Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo porque no va con nosotros. Jesús respondió: —No se lo impidáis. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor».
El poder del Espíritu de Dios se manifiesta allí donde hay corazones generosos, que buscan el bien del prójimo, más allá de una pertenencia religiosa o social. Podemos decir que no conoce fronteras ni límites, sencillamente porque esto es obra humana, y los frutos del Espíritu de Dios es obra divina. ¡Esa es la diferencia!
Hacer el bien, colaborar, construir puentes, superar obstáculos, mirar el corazón y no la apariencia. El Espíritu de Dios ayuda a mirar más allá de los propios intereses económicos, sociales, culturales, políticos, étnicos, religiosos. Engendra el reino de Dios.
El reino de Dios es apertura de inteligencia y de corazón; horizontes amplios y abiertos; miradas fraternas que incluyen, que engendran ternura, confianza, paz; brazos abiertos que acogen, ayudan y comparten; pies para caminar juntos.
El Espíritu de Dios no es propiedad de ninguna institución, pertenece a la humanidad entera.
¡Feliz Domingo!